Alimentando la felicidad

La niña estaba en la fila con su malla negra y pantys rosadas. Movía los pies en unas zapatillas rosas que ya comenzaban a quedarle pequeñas porque había crecido un montón. Llevaba el pelo recogido en un moño alto y apretado que le había hecho su abuela antes de salir de casa.

La fila era parte del ritual de marzo después de las vacaciones de verano: había que pesar a las niñitas para saber cuánto del trabajo del año anterior se había perdido. La profesora las hacía pasar y apuntaba en su cuaderno cuánto medían y pesaban, haciendo comentarios en voz alta, delante de todas las alumnas de la academia de ballet.

La niña era tímida y sentía nervios de estar ahí delante de todas. Pero a sus 10 años no estaba preparada para que le dijeran “tienes que bajar 6 kilos, lo pasaste demasiado bien en tus vacaciones”. La niña salió desmoralizada después de clases, sin saber qué hacer. Esta fue la primera de las dietas de su vida, exitosa aunque con rebote. Por muchos años no comería mantequilla, palta, chocolates, helados ni muchas otras cosas más. Comenzaba así a instaurarse la policía de la comida en su mente, dividiendo el mundo entre alimentos buenos y malos, permitidos y prohibidos.

Scarsdale, puntos, colores, fuerza aérea, Atkins, Motingnac, hipocalórica, índice glicémico, piña, repollo, sopa, keto, macrobiótica, ayuno intermitente, cetogénica, proteinada, grupo sanguíneo, genotipo, detox. Estos son algunos nombres de dietas que se han popularizado en los últimos 35 años en Chile. Cada una con su propia filosofía sobre lo que es el sobrepeso, cómo se origina y cuáles son las mejores las formas de controlar el tamaño del cuerpo. La niña de nuestra historia hoy, a sus 45 años, las ha probado todas.

Como sabe la ciencia moderna, uno de los principales predictores de si una persona va a subir de peso es que haya hecho una dieta restrictiva. En el caso de nuestra protagonista, cada una de las dietas que hizo le dejó algo más de peso que antes de comenzar la dieta. Por lo mismo, al entrar en la menopausia tenía 25 kilos demás en referencia al IMC (índice de masa corporal). Acá voy a hacer un apartado, porque este famoso índice se lo merece. Lo inventó el estadístico francés Adolphe Quetelet (1796–1874) en el libro “Sur l’homme et le développement de ses facultés. Essai d’une physique sociale”, un resumen de sus investigaciones en estadística aplicada a las variables antropométricas y al comportamiento social. Este indicador del siglo XIX, que se basa en estadísticas para hombres europeos blancos, ha sufrido algunas correcciones menores, pero se aplica casi íntegro en nuestro tiempo para determinar la salud de una persona. Sin considerar factores de ningún otro tipo, tales como el largo de nuestras piernas, el estilo de alimentación, los porcentajes de grasa/músculo. Queda entonces el preguntarse si un médico le hiciera a Ud. un examen con una máquina del siglo XIX ¿usted le daría valor al resultado del examen o cambiaría de médico?

Cada esfuerzo por encajar su cuerpo en el número que le tocaba para su altura, asociado a los 1001 intentos de dietas diferentes, llevó a esta niña a seguir el camino destructivo de las dietas en su cuerpo y mente. Todo parte por una leve molestia con su cuerpo que no encaja, así que comienza feliz de la vida la primera dieta. Aprende entonces a ignorar las señales de hambre del cuerpo, bebiendo agua o comiendo zanahorias, llenando el estómago sin realmente alimentarse. Mientras empieza a pensar cada vez más seguido en la próxima comida, se siente estresada, frustrada e impotente. El cuerpo, el peso y la comida son estresores que están todo el tiempo presentes. Esto sin contar el permanente bombardeo de la cultura de la delgadez y la tiranía de los cuerpos perfectos de los medios de comunicación. Algo de peso baja con la dieta del momento. Se ha estudiado que en este momento el cuerpo genera más cortisol e insulina, el cuerpo enlentece el metabolismo y almacena grasa. Aparece una hormona llamada grelina y se intensifica el hambre, a ver si va a comer de una vez por todas. La niña conoce en primera persona lo que los gringos llaman “hangry”, la mezcla entre hungry (hambre) y angry (rabia), por lo que come comidas más ricas en grasas y azúcares. Como el cuerpo está en modo escasez, acumula todo lo que puede en este período, así que vuelve a subir incluso más que lo que había bajado. Acá, la niña vuelve al inicio de la espiral, se avergüenza de su cuerpo, incluso lo odia un poco, y se siente culpable por comer de más. Una luz de esperanza aparece con el dato que le da una amiga o la prensa local: la nueva dieta está en la puerta de entrada. Comienza todo el ciclo de nuevo.

Desde los 10 a los 45, la niña pasa por cada una de las dietas mencionadas. Y un sobrepeso de 6 kilos sobre el indicador de IMC de hace 2 siglos, la niña se convierte en una mujer con un sobrepeso de 25 kilos. Lo peor de todo es que no entiende qué diantres hace mal, se siente cada vez más fuera de control y desesperanzada. Sus pensamientos se distorsionan cada día más y ya no sólo tiene la voz de la policía de la comida, sino que cada cosa que salía mal la atribuía a su falta de fuerza de voluntad. El bajar de peso se había convertido en una meta que comenzaba a estar adornada con fantasías de felicidad, éxito laboral, amores cercanos y admiración social. No importaban las conductas ni el proceso, solo la meta: lo que marcaba la balanza en la que se pesaba rigurosamente cada mañana después de despertar. Nada de esto dejaba que la niña madurara y se convirtiera en una adulta plena, algo de pensamiento mágico de la infancia siempre la acompañaba, pensando que esta vez sí que sí iba a resultar porque iba a tomar el té del Dr. Ming o el último medicamento aprobado por la FDA para adelgazar.

Ya no disfrutaba comer y no sabía cocinar. Era capaz de preparar alguna ensalada o cosas muy simples, porque el espectro de cosas que comía era cada día menor. Y estaba lleno de supersticiones: no comer después de las 19:00 hras, desayunar fruta, evitar los carbohidratos, comer proteínas con verduras, comerse la parte de arriba de la pizza pero no la masa. ¡Uf! Tantas reglas al mismo tiempo que si no compraba estrictamente lo que la dieta del momento indicaba, no sabía que elegir en el supermercado. Y claramente no sabía que le gustaba comer. La desconección con el disfrute era total.

Cómo en todos los cuentos, en este también hubo un “hasta qué”. El espiral de las dietas siguió hasta que ella se quedó cesante a los 45. Una edad en la que es difícil buscar trabajo para una mujer, por más profesional que sea. La gente corriente teme a las mujeres cercanas a la menopausia, los empleadores les temen más aún. Quizás por el proceso de cambio que viene aparejado y que nunca se sabe muy bien para dónde va.

Ella se dijo a sí misma: “ok, antes de operarme voy a ver una psicóloga experta en trastornos de la conducta alimentaria”. Ese granito de sensatez que le quedaba le decía que el último recurso de los gordos, la cirugía bariátrica, era una agresión hacia el cuerpo y la asustaba de sobremanera. Así que, muy en la lógica de la fuerza de voluntad, comenzó una terapia no para ser más feliz, ni para sanar su relación con los padres, ni para curar una depresión. Sólo la motivaba el aprender a tener más fuerza de voluntad.

En ese camino descubrió varios elementos de las neurociencias y de la meditación, de la autoestima y de su infancia. Se paró un rato a escuchar a esa niña de 10 años, porque en ese momento había comenzado la desconexión. Leyó mucho sobre salud en todas las tallas, comer consciente, aceptación radical y alimentación intuitiva. Fue como un shock de madurez que vino acompañado de mucha relajación. Ya no era esa niña tímida cuestionada por una profesora fanática. Apareció una mujer tranquila que comenzó a disfrutar cada día más lo que comía y lo que hacía.

Quizás a esto es a lo que le temen los empleadores: la niña de ayer ahora era una mujer libre que no se compraba cualquier cuento, usaba el pelo suelto y no estaba dispuesta a transar su salud y felicidad ni un segundo más.

Ballet Pie Pies - Foto gratis en Pixabay

Posteado originalmente en Medium en abril de 2021