Cada vez que pienso en límites, mi inconsciente tararea esta canción del grupo Aleste. Pienso que es porque mi instinto me hace querer encontrar de inmediato la forma de burlar los límites que me pongo o que me ponen. En un sentido, me gusta la desmesura. El no saber cuándo termina una posibilidad y mueren los sueños.
Siempre pensé que era por eso que las dietas me costaban tanto. ¿Más de seis semanas en un programa de comidas estricto? ¡Imposible!
Ahora entiendo mejor que no soy yo el problema, es la dieta. Porque mi cuerpo tiene programas que sigue y que no conversan con esta racionalidad moderna, en la que los estándares de belleza son minimalistas. Pero a mi cuerpo, como a todos los seres vivos, le importa un mandato básico: seguir vivo. Y para eso necesita alimentarse. Si lo privo de comida va dar una batalla por sobrevivir. He escuchado que es posible que haga que pienses 105% del tiempo en comida. ¿Cómo? Porque más allá de tu tiempo despierta, comienzas a soñar con comer. Lo que es una señal nada simbólica de lo que tu cuerpo te pide. Además de tomar por asalto tu mente, el cuerpo se llena de hormonas que dificultan cada vez más el bajar o incluso mantener el peso. La respuesta fisiológica al hambre es potente.
Entonces, me quedo con esta reflexión: parece que con la alimentación no funcionan estos límites autoimpuestos por la racionalidad.